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Chevrolet Bel Air 4 p 1955

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  18 / Marzo       Nuestro garaje      Escrito por : Santi Martinez
Chevrolet Bel Air 4 p 1955

En 1955 el 70% del parque automovilístico mundial circulaba por Estados Unidos. De los 7 millones de coches comercializados ese año en aquel mercado más de 1.700.000 unidades lo fueron de la familia Motoramic de Chevrolet, la nueva apuesta de la división más económica de General Motors. Ello convertía a los Chevy del 55 en el automóvil más vendido ese año en todo el orbe.

Con el Chevrolet del 1955, que podía incorporar un motor V8 como novedad, se iniciaba una de las sagas más célebres de la industria americana del automóvil: los Trifive, en la que se incluyen los modelos de las temporadas 56 y 57, basados en el modelo '55.

De entre las 16 combinaciones posibles atendiendo al tipo de carrocería y al acabado (150, 210 y Bel Air), el Bel Air sedán de 4 puertas fue la que tuvo mayor éxito en los concesionarios, con 345.372 o 366.293 unidades comercializadas (según consultemos Standard Catalog of American Cars 1946-1975 o Original Chevrolet 1955-1956-1957). Superaba, en cualquier caso, lo que eran capaz de producir las industrias italiana, sueca y japonesa sumando sus fabricaciones.

El Chevrolet del 55 es el automóvil de las grandes cifras. El mismo año que Volkswagen se hacía millonario al fabricar unos 280.000 Escarabajos, General Motors celebraba su unidad 50 millones con este Chevrolet, que sería también el encargado de recordarle al mundo que su propia marca había llegado a los 32 millones de coches fabricados.

De estre todos esos millones, la unidad de nuestro reportaje no deja de ser curiosa.

Se trata de un Bel Air sedán de 4 puertas fabricado en la planta de Tarrytown (NY), y cuenta con el legendario motor Blue Flame de 6 cilindros y cambio manual de tres relaciones. De la planta de Nueva York es embarcado hacia Tánger (Marruecos) de donde viene a parar a España en 1959, año del que puede dar fe su su matrícula de Madrid.

A su llegada a nuestro país pasaría a ser uno de esos enormes haigas entre los todavía recientes Seat 600 o los novísimos Renault Dauphine. Un coche que no desentonaba entoces al aparcarlo en cualquier hotel de lujo europeo ante un Mercedes 220 o un Jaguar, pero que en Estados Unidos estaba al alcance de cualquier ciudadano de clase media.

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